Venezuela se prepara para una guerra de resistencia ante un posible ataque estadounidense

En medio de una creciente tensión con Washington, el gobierno de Nicolás Maduro ha comenzado a reforzar su estrategia militar interna con un plan de defensa que contempla tácticas de guerrilla, sabotaje y desinformación, según documentos y fuentes citadas por la agencia Reuters.

De acuerdo con el reporte, Venezuela estaría desplegando armamento de fabricación rusa con más de dos décadas de antigüedad, mientras entrena a miles de efectivos y milicianos para enfrentar una posible ofensiva de Estados Unidos. El enfoque revela, en palabras de las propias fuentes, un reconocimiento tácito de la fragilidad operativa del Ejército venezolano, marcado por la escasez de recursos, bajos salarios y equipos deteriorados.

El presidente estadounidense Donald Trump ha sugerido la posibilidad de realizar operaciones en territorio venezolano, tras varios ataques a presuntos buques de narcotráfico en el Caribe y el despliegue de unidades navales en la región. Aunque más tarde negó que se estuvieran planificando incursiones directas, en Caracas la alerta ya está activada.

Maduro sostiene que Washington busca derrocarlo por la fuerza y ha llamado a sus fuerzas armadas y a la población civil a “defender la soberanía a cualquier costo”. “La agresión recibirá una respuesta de unidad nacional”, declaró el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, durante ejercicios militares recientes.

Un ejército debilitado

El ejército venezolano enfrenta severas dificultades: falta de personal capacitado, sueldos que rondan los 100 dólares mensuales y material obsoleto. Muchos comandantes, según Reuters, han debido negociar con productores locales para alimentar a sus tropas ante la falta de suministros del Estado.

En este contexto, el gobierno ha diseñado dos posibles respuestas:

  1. Una defensa de estilo guerrillero, denominada “resistencia prolongada”, que implica la creación de pequeñas unidades dispersas en más de 280 puntos del país.
  2. Un plan de “anarquía controlada”, que buscaría generar caos urbano mediante la acción de milicias y grupos partidarios armados para hacer ingobernable el país ante una ocupación extranjera.

Aunque estas estrategias han sido presentadas como medidas patrióticas, varias fuentes consultadas admiten que el éxito sería limitado frente a un ejército como el estadounidense. “No duraríamos ni dos horas en una guerra convencional”, comentó un informante cercano al gobierno.

La milicia civil como carta política

Maduro ha asegurado que ocho millones de civiles están recibiendo entrenamiento militar, aunque estimaciones independientes indican que, en un escenario real, no más de 7.000 personas podrían participar de manera efectiva.

La mayoría de estos grupos son milicias vinculadas al partido gobernante o integrantes de los servicios de inteligencia, que operarían en apoyo a las fuerzas regulares.

Pese a su deterioro, el país cuenta con unos 60.000 efectivos del Ejército y la Guardia Nacional que serían desplegados en una “guerra de resistencia prolongada”, con misiles portátiles Igla y fusiles AK-103 de fabricación rusa.

Maduro asegura que “Venezuela tiene 5.000 misiles Igla-S listos para defender cada montaña, cada pueblo y cada ciudad del país”. Sin embargo, analistas advierten que muchos de esos sistemas requieren mantenimiento y difícilmente podrían operar a gran escala.

Moscú en la retaguardia

Rusia, principal aliado militar de Caracas, ha mostrado disposición a asistir al gobierno venezolano en caso de un conflicto. El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso afirmó recientemente que “responderá a cualquier solicitud de ayuda”, aunque instó a evitar una escalada.

Caracas ha pedido a Moscú la reparación de aviones Sukhoi, mejoras en sus radares y nuevos sistemas antiaéreos, en un intento por modernizar su defensa aérea ante un posible enfrentamiento.

Un mensaje de disuasión

Para el analista de defensa Andrei Serbin Pont, el mensaje que busca enviar Maduro es más simbólico que militar:
“El objetivo no es demostrar capacidad bélica real, sino advertir que una intervención podría desatar el caos, con armamento disperso y grupos irregulares operando por su cuenta. Es una disuasión basada en la amenaza del desorden”.

En un contexto de sanciones, inflación descontrolada y aislamiento internacional, la posibilidad de una confrontación directa con Estados Unidos podría representar un punto de no retorno para Venezuela.

Mientras tanto, las maniobras militares y los discursos de resistencia siguen multiplicándose en todo el país, proyectando una imagen de fortaleza que, según los expertos, es más política que militar.

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